miércoles, 22 de mayo de 2013

Monstruo.

La máscara se había adherido al propio rostro, casi dormía con el disfraz puesto y había cerrado con tantos candados la puerta de la habitación de sus reales sentimientos que ahora resultaba imposible deshacerse de las cadenas. A día de  hoy no encuentra las llaves, las ha perdido, y cuando recuerda el extravió  llora sin cesar, pero llega un momento en que las lágrimas se secan y tan pronto como eso ocurre olvida todo.
La histeria se apodera de ella una y otra vez, la convierte y la transforma en algo desagradable y horrible, por eso usa disfraces y máscaras, por eso engaña a cuantos y cuantas se acercan a ella, por eso  solo conserva el nombre de la niña con sentimientos puros y claros que fue alguna vez, hace mucho tiempo.
A salido de compras, tiene que complementar su próximo personaje a imitar, así que cierra sus maquillados ojos y se concentra en pensar quién le apetece ser, todo está a su alcance.
¿Seré un hombre, una mujer o un gato? Mujer, pero felina, con toques masculinos, y me tocará amar a un hombre que sea medio lobo, sin duda ha de pertenecer al mundo de las fieras, si no el disfraz de esta noche no servirá para nada.
Se aparean las criaturas de la noche y a la mañana siguiente despierta ella en la misma cama que él, y solo recuerda vagamente como llegó al acto final con este hombre que mal descansa a su lado. Pero ella está desnuda, y de esa manera se siente vulnerable, es su piel realmente lo que está viendo y tocando, no puede ser, de ninguna manera será, día nuevo, disfraz nuevo.
Hoy le toca ser soñadora, entusiasta, romántica, positiva, profunda, reflexiva, le  toca descalzarse los zapatos de tacón por un calzado más cómodo que la haga sentir humilde y natural.
No se da cuenta que esa tampoco es ella, es el disfraz de ese día, se ha recogido el pelo para parecerse a Ella, Ella es el personaje positivo de hoy, el de ayer era corrosivo, el de hoy no lo es, pero el espejo sigue sin reflejar nada.
Se despide rápido de esa persona, esa persona se despide rápido de ella, y se marcha a la calle, a disfrutar del sol, del paisaje de su ciudad que es tan artificial como ella, realmente no tiene sentido llamar paisaje a las vistas de una ciudad.
Se sienta en un banco, echa millo a las palomas y le sonríe a un niño que pasa por su lado con un dedo en la nariz mirándola  descaradamente. La mirada positiva que le dedica al cálido día no es real, tiene una resaca de campeonato, no puede ser posible que el sol no la moleste ni altere su estado, la sonrisa que le regaló al niño tampoco es real, normalmente molesta mucho que un niño te examine de arriba abajo hurgándose la nariz, pero el papel de Ella dicta que ese es el comportamiento, ese debe ser el sentimiento.
Más tarde llega a su piso y tras cerrar la puerta de la calle la máscara se le cae al suelo. Su perro ha mordido el sillón y ha roto el jarrón chino que tenia en la mesita del teléfono, sabe que Ella recogería los destrozos y castigaría sin más al travieso animal con no salir de paseo, pero la rabia se apodera de su mente, bloqueándola y haciéndola abandonar ese disfraz, así que opta por desquitarse. Enrolla un periódico y golpea al animal varias veces hasta que este llora y huye despavorido, después lo encierra en una pequeña habitación donde por cierto hace bastante calor. El animal está pagando la nueva transformación del monstruo, qué le tocará ser ahora a su dueña, impaciente espera que se plante ante él la muchacha cariñosa y atenta que suele ser, da igual el nombre de ese personaje, lo importante es que se enfunde en esa piel a menudo.
Dicho y hecho, lo encerró un diablo y lo libera un ángel, que le abre la puerta con un plato de comida en las manos, lo llama cariñosamente y lo colma de besos y caricias una vez este se acerca a ella.
El perro come y empieza a olvidar el arrebato de su siempre cambiante dueña, y mira como se aleja esta por el pasillo moviendo bruscamente la cabeza, sufriendo leves espasmos. Los ojos humanos no lo ven pero es lo que realmente le está pasando, la otra personalidad no tardará mucho en aparecer.

Siente nauseas, no sabe que le pasa, coge un porro de marihuana que había liado anteriormente y se lo fuma para ver si consigue relajarse, siente que el peso del universo está colgando de sus hombros, es mucha la tensión acumulada en su espalda, qué sucede.
El efecto del porro la conduce a mirarse en el espejo y juzgarse, se mira de frente, de perfil, de espaldas, se coloca de puntillas, recoge la melena con sus manos, la suelta, se inclina, se endereza, pone morritos, sonríe, se pone seria, saca la lengua de forma simpática, también de manera insinuante y termina llorando. Llora porque no sabe de qué sirve ser bonita, sexi u horrorosa si no tienes claro a quién quieres gustar,  porque desde luego a si misma no se gusta nada en ese momento.
El momento del llanto vuelve a ser revelador para ella, se siente nuevamente humana cuando lo hace, es liberador,  pero es tan escaso, son tan pocas las lágrimas que caen de sus ojos y desaparecen tan rápido que apenas puede disfrutar momentos de intimidad consigo misma, el monstruo está siempre alerta para taponar todas sus emociones, vendarle los ojos para que la verdad siga siendo su desconocida, y empujarla al laberinto de personalidades para que siga sufriendo por no encontrar la salida.

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